Comentario
De cómo tenían coronistas para saber sus hechos y la orden de los quipos cómo fue y lo que dello vemos agora.
Fue ordenado por los Incas lo que ya habemos escripto acerca del poner los bultos en sus fiestas y en que se escogiesen algunos de los más sabios dellos para que en cantares supiesen la vida de los señores qué tal había sido y cómo se habían habido en el gobierno del reyno, para el efecto por mí dicho. Y es también de saber que, sin esto, fue costumbre dellos y ley muy usada y guardada de escoger a cada uno, en tiempo de su reynado, tres o cuatro hombres ancianos de los de su nación a los cuales, viendo que para ello eran hábiles y suficientes, les mandaba que todas las cosas que sucediesen en las provincias durante el tiempo de su reynado, ora fuesen prósperas, ora fuesen adversas, las tuviesen en la memoria y dellas hiciesen y ordenasen cantares, para que por aquel sonido se pudiese entender en lo foturo haber así pasado, con tanto questos cantares no pudiesen ser dichos ni publicados fuera de la presencia del Señor; y eran obligados éstos que habían de tener esta razón durante la vida del rey no tratar ni decir cosa alguna de lo que a él tocaba, y luego que era muerto al sucesor en el imperio le decían, casi por estas palabras: "¡Oh Inca grande y poderoso, el Sol y la Luna, la Tierra, los montes y los árboles, las piedras y tus padres te guarden de infortunio y hagan próspero, dichoso y bienaventurado sobre todos cuantos nacieron! Sábete, que las cosas que sucedieron a tu antecesor son éstas". Y luego, en diciendo esto, los ojos puestos al suelo y bajadas las manos, con gran humildad le daban cuenta y razón e todo lo que ellos sabían; lo cual podrían muy bien hacer, porque entre ellos hay muchos de gran memoria, subtiles de ingenio y de vivo juizio y tan abastados de razones como hoy día somos testigos los que acá estamos e los oímos. Y así, dicho esto, luego que por el rey era entendido mandaba llamar a otros de sus indios viejos, a los cuales mandaba que tuviesen cuidado de saber los cantores que aquellos tenían en la memoria y de ordenar otros de nuevo de lo que pasaba en el tiempo de su reynado, y que las cosas que se gastaban y lo que las provincias contribuían se asentasen en los quipos, para que supiesen lo que daban y contribuían muerto él y reynando su progenitor. Y si no era un día de gran regocijo o en otro que hobiese lloro o tristeza por muerte de algún hermano o hijo del rey, porque éstos tales días se permitía contar su grandeza dellos y su origen y nascimiento, fuera destos a ninguno era permitido tratar dello, porque estaba así ordenado por los señores suyos y, si lo hacían, eran castigados rigurosamente.
Sin lo cual tuvieron otra orden para saber y entender cómo se había de hacer en la contribución, en las provincias de los mantenimientos, ora pasase el rey con el ejército, ora fuese visitado el reyno, o que sin hacer nada desto se entendiese lo que entraba en los depósitos y pagaba a los súbditos, de tal manera que no fuesen agraviados, tan buena y subtil que ecede en artificio a los carastes que usaron los mexicanos para sus cuentas y contratación. Y esto fue los quipos, que son ramales grandes de cuerdas anudadas, y los que desto eran contadores y entendían el guarismo destos nudos daban por ellos razón de los gastos que se habían hecho o de otras cosas que hobiesen pasado de muchos años atrás; y en estos nudos contaban de uno hasta diez y de diez hasta ciento y de ciento hasta mill; y en uno destos ramales está la cuenta de lo uno y en otro lo del otro, de tal manera esto que para nosotros es una cuenta donosa y ciega y para ellos singular. En cada cabeza de provincia había contadores a quien llamaban quiposcamayos, y por estos nudos tenían la cuenta y razón de lo que habían de tributar los questaban en aquel distrito, desde la plata, oro, ropa y ganado, hasta la leña y las otras cosas más menudas, y por los mismos quipos se daba a cabo de un año, o de diez o de veinte, razón a quien tenía comisión de tomar la cuenta, tan bien que un par de alpargatas no se podían esconder.
Yo estaba incrédulo en esta cuenta y, aunque lo oía afirmar y tratar, tenía lo más dello por fábula; y estando en la provincia de Xauxa, en lo que llaman Marcavillca, rogué al señor Guacapdra que me hiciese entender la cuenta dicha de tal manera que yo me satisficiese a mi mismo, para estar cierto que era fiel y verdadera; y luego mandó a sus criados que fuesen por los quipos, y como este señor sea de buen entendimiento y razón para ser indio, con mucho reposo satisfizo a mi demanda y me dijo que, para que mejor lo entendiese, que notase que todo lo que por su parte había dado a los españoles desde que entró el gobernador don Francisco Pizarro en el valle estaba allí sin faltar nada: y así vi la cuenta del oro, plata, ropa que habían dado, con todo el maíz, ganado y otras cosas, que en verdad yo quedé espantado dello. Y es de saber otra cosa, que tengo para mí por muy cierto, según han sido las guerras largas y las crueldades, robos y tiranías que los españoles han hecho en estos indios, que si ellos no estuvieran hechos a tan grande orden y concierto totalmente se hubieran todos consumido y acabado; pero ellos, como entendidos y cuerdos y que estaban impuestos por príncipes tan sabios, entre todos determinaron que si un ejército de españoles pasase por cualquiera de las provincias, que si no fuera el daño que por ninguna vía se puede escusar, como es destruir las sementeras y robar las casas y hacer otros daños mayores questos, que en lo demás todas las comarcas tuviesen en el camino real, por donde pasaban los nuestros, sus contadores, y éstos tuviesen proveimiento lo más amplio que ellos pudiesen, porque con achaque no los destruyesen del todo, y así eran proveídos; y después de salidos, juntos los señores, iban los quipos de las cuentas y por ellos, si uno había gastado más que otro, lo que menos habían proveído lo pagaban, de tal suerte que iguales quedasen todos.
Y en cada valle hay esta cuenta hoy día y siempre hay en los aposentos tantos contadores como en él hay señores y de cuatro en cuatro meses fenescen sus cuentas por la manera dicha. Y con la orden que han tenido han podido sufrir combates tan grandes que, si Dios fuese servido que del todo hobiesen cesado con el buen tratamiento que en este tiempo reciben y con la buena orden y justicia que hay, se restaurarían y multiplicarían, para que en alguna manera vuelva a ser este reyno lo que fue, aunque yo creo que será tarde o nunca. Y es verdad que yo he visto pueblos, y pueblos bien grandes, y de una sola vez que cripstianos españoles pasen por él quedar tal que no parecía sino que fuego lo había consumido; y como las gentes no eran de tanta razón, ni unos a otros se ayudaban, perdíanse después con hambres y enfermedades, porque entre ellos hay poca caridad y cada uno es señor de su casa y no quiere más cuenta. Y esta orden del Perú débese a los señores que lo mandaron y supieron ponerla en todas las cosas tan grande como vemos los que acá estamos, por estas y otras cosas mayores. Y, con tanto, pasaré adelante.